miércoles, 28 de julio de 2010

La decisión catalana

La responsabilidad está en el tejado de Zapatero

Antonio Petit Caro
La sociedad catalana, con la intermediación de su Generalitat y de sus representantes parlamentarios, nos ha dicho “adiós, muy buenas”. Vale. Como diría el castizo: “No pasa ná, ya volverán ustedes. Y si no, eso que os perdéis”. Lo que les gustaría, sobre todo, es que quienes sí amamos el Arte de los toros no pusiéramos como furias a contestarles barbaridades. Pues mire por donde, va a ser que no.

Lo peor de todo no ha sido la votación. Lo peor para mí ha sido la reacción del President  Montilla, diciendo como los niños malos: “oiga, que yo no he sido”. Qué más nos da si ha votado sí, no, o, como es más habitual, se ha hecho mediopensionista; lo cierto es que no ha sido capaz, como primer responsable del socialismo regional, de  llevar el sentido común a sus conmilitones, que esa era su primera obligación, y de poner un poco de coherencia en el Gobierno que preside.

Un comportamiento tan taimado sólo es asemejable al del resto de los nacionalistas, que primero nos echan de su tierra y luego piden –por no decir exigen-- que seamos los demás los que nos mostremos comprensivos y “no hagamos política con el tema”.  En el lenguaje castizo esto lleva a un viejo y conocido dicho popular; pero eso de, además,  poner la cama,  ya es pedir demasiado.

Pero tengamos claro el fondo del asunto: el problema lo tienen ellos, y sus mayores –esto es:  Zapatero--; no nosotros, que al final somos los agredidos. A ver como los socialistas andaluces, por ejemplo, explican ahora a sus aficionados que no los confundan con sus compañeros, que ellos son otra cosa, cuando todos van bajo la misma bandera que ideó Pablo Iglesias.  Por eso, la cosa es evidente: ellos son los que nos tienen que dar explicaciones y pedir disculpas, porque ellos son los agresores.

Y mientras llegan  las excusas –que no llegarán--,  craso error sería por nuestra parte permitirles que se pongan de perfil para que nada les manche. Sobre todo ahora, cuando suenan tambores electorales. ¿De qué vale que Rubalcaba, el ministro de los toros, diga que él hubiera votado que no, si no ha hecho nada por impedir la tropelía? ¿Qué credibilidad hay que conceder a la Vicepresidenta cuando dice “que no se dan las condiciones” para una prohibición en toda España? Por eso, en vez de creernos  palabras oportunistas, más sensato parece esperar a ver que hacen, por ejemplo, frente a la iniciativa  parlamentaria que anuncia la Oposición; para mí que, por un medio u otro, se las arreglarán para torpedearla. Por eso, ni el señor Barreda tiene ya autoridad moral para  contarnos que su televisión manchega es la más taurina de España, porque comparte militancia y, por tanto, responsabilidades; así que menos televisión y más firmeza.

No es momento hoy de pasar revista a las responsabilidades en esta situación de no pocos profesionales del taurinismo. A uno ya le ha faltado tiempo para decir que con una indemnización de 300 millones de euros se conforma. El genial Groucho Marx le contestaría aquello de: “y yo, dos huevos duros”. Pero nos equivocaríamos todos si en su momento, con serenidad y mucha sinceridad, no hiciéramos un ejercicio crítico de introspección para averiguar qué es lo que se ha hecho mal.

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